La alimentación es una cascada sensorial dinámica en la que ocurren múltiples interacciones entre un alimento y el animal. Con diferentes sistemas sensoriales y anatomías, los gatos y perros no se comportan de igual modo con respecto a los alimentos.

 

Como los humanos, los gatos y perros tienen sus propios comportamientos de alimentación. Observando detalladamente, es fácil notar que su forma de comer no es la misma. Y la diferencia comienza desde la selección de alimentos.

 

 

Desde la selección de alimentos a la masticación, un gato no es un perro

 

Mientras que los perros huelen, eligen y comen su alimento rápidamente, generalmente quedándose con su primera elección, los gatos tienden a dudar, tomarse su tiempo antes de comer, y cambiar de idea varias veces al encontrarse con varios alimentos.

 

Las formas de agarrar y masticar también difieren entre los gatos y los perros, especialmente en el caso del alimento seco para mascotas.

 

Habitualmente, los perros agarran las croquetas con sus dientes y las trituran o las tragan directamente.
Los gatos agarran las croquetas con sus lenguas, dientes o labios. Las tragan directamente o las enrollan con su lengua hacia sus molares, para romperlas en pequeñas partes.

 

Para entender estas diferencias en el comportamiento, debes indagar en los campos de la anatomía y los sentidos.

 

 

Comportamiento de alimentación de los gatos y los perros: una historia de sentidos

 

El comportamiento de alimentación mayormente resulta de la interacción entre las propiedades organolépticas de los alimentos y los sistemas sensoriales de las mascotas.

 

Olor, color, textura, forma, sabor… en cada paso de la comida, los diferentes atributos de los alimentos estimulan los distintos órganos y sentidos de las mascotas.

 

¡Y aquí se encuentra la variación! Desde la cantidad de papilas gustativas hasta la cantidad de dientes, los gatos y los perros no son iguales. Las diferencias en su agudeza sensorial y anatomía hacen que se comporten de forma diferente frente a los alimentos.

 

Los perros tienen, por ejemplo, un gran sentido del olfato dado que un diez por ciento de su cerebro está dedicado a este sentido. Por eso no es sorprendente que huelan mucho y confíen en sus narices para elegir los alimentos.

 

 

Una de las diferencias entre los gatos y los perros es que sus mandíbulas están limitadas a realizar movimientos verticales. Probablemente por esa razón no muelen las croquetas, sino que las cortan y rompen.

 

 

Un primer paso hacia la palatabilidad

 

Conocer sobre la fisiología y entender el comportamiento alimenticio es un primer paso para ajustar los alimentos a las necesidades específicas de los gatos y de los perros.

 

El siguiente paso lógico para satisfacer sus apetitos es conocer sus preferencias y asegurarse que los alimentos posean todos los atributos que generarán palatabilidad.

 

¡Pero esa es otra historia! Continuará…